Belen Franco Contacto
 
   
         
 
 

Texto del catálogo de la exposición “Pinturas Paris“. Galería Barcena & Cía (Madrid)
Febrero-Marzo 1996

Hace dos años Belén Franco empaquetó sus bártulos, como se dice vulgarmente, y se fue a vivir a París.
Aunque el mito literario, artístico y bohemio de París subyace, hoy en día un artista que se traslada a la ciudad lumière lo hace por motivos bien diferentes a los de aquellos artistas de principios de siglo o incluso a los de la generación de los 60.
Belén Franco quiso poner tierra por medio, tierra y distancia para reencontrarse a si misma, para imbuirse en la pintura, reflexionar sobre su trabajo y gozar; claro está, de una ciudad llena de belleza y posibilidades culturales. Una actitud bien diferente a la de sus predecesores. No es ya lanzarse a la vida, ni buscar vivencias excepcionales, es más bien un alejarse momentáneamente de las experiencias vitales para analizar; reflexionar; trabajar y gozar tranquilamente de esta ciudad.

El trabajo que Belén Franco ha realizado en París refleja claramente esta actitud y, al mismo tiempo, un momento vivencial donde uno, poco a poco, intenta (re)construir su propio universo, con lógica, con deseo de saber; de aprender; incluso también con una función terapéutica.
Belén Franco nunca ha sido una pintora que se lance espontáneamente al gesto. Su educación pictórica le hace concebir el cuadro como un universo sujeto a unas leyes determinadas, a su geometría, a sus coordenadas.
En la serie "Redes", los cuadros los construye basándose en la geometría ornamental de los quilts americanos -descubrimiento fascinante para la artista-. Esta geometría aporta a cada obra una estructura propia, musical y ligera, difícil a veces de descubrir; identificándose con el tema representado.
La serie "Redes" se llamaba inicialmente "Escudos". Escudos o emblemas de temas tan importantes como "El Deseo", "Las Drogas", "La Idea de la Muerte", "La Soledad", "El Poder", "La Vida Social", "El Tiempo". Un paseo visual donde las figuras están atrapadas en esa geometría, siguiendo sus reglas y leyes en ese tono evocador y sutil propio de esta artista.
La doble vertiente: representación geométrica y figurativa, nos describe de un modo más exhaustivo y conciso estos temas. Imágenes ilusorias fundidas en una cotidianidad conocida, que enriquecen y matizan la obra y, que combinadas con el dibujo geométrico de base, refuerzan las sensaciones que emiten los cuadros: la inquietante soledad, el distanciamiento, el desconcierto de las drogas, el paso del tiempo ...
"28 noches" (una luna): esta serie de retratos contenidos, de caras blanquecinas, dibujadas con gran maestría e influenciadas por los dibujos de H. Holbein (el joven), mezclados a la maniere de Schwitters, expresan claramente el ciclo de la mujer/luna con sus altibajos y sensaciones diarias tan diferentes, tan independientes, tan variadas. Humores desconcertantes que nos llevan por esos riscos -ariscos- en lucha con una electricidad desconocida y mareante respecto a los cuales cabría parafrasear a Paul Verlaine cuando dice en su tono poético y humorístico: « .. Et de ces lunes l'une apres l'une ... » (Lunes).

Las series "Los Amores Sumergidos" y "Peces Muertos", sobre las que la artista me citaba a Lautremont: « ... Aux poissons ...ça leur est permis: pas aux hommes. Souvent, je me suis demandé quelle chose était le plus facile a reconnaître: la profondeur de l'ocean ou la profondeur du coeur humain ... » (Les chants de Maldoror), son tal vez las obras de esta exposición en las que Belén Franco se ha dejado ir más libremente. En la primera, la artista sitúa a la pareja, metafóricamente, en una pecera. En esa pecera luchan y desarrollan una historia de amor y en esa misma pecera, las ilusiones, al sacarlas del agua como los peces, mueren. La serie es un relato casi literario de una situación amorosa. La pareja está en un mundo aparte, cerrado y exclusivo en el que sólo pueden estar esas figuras -o elementos del cuadro-."Peces Muertos", pezilusiones o desilusiones, es la continuación de la serie "Los Amores Sumergidos"; con un formato entre pecera y simple caja de pescado, parece la conclusión de la serie anterior. Los pececillos, muertos, con esos ojillos que no pueden cerrarse, asumen dóciles su destino. El cuadro respira esa tranquilidad de después de la batalla y sobre todo devuelve el ente a su grupo ... los boquerones con los boquerones, las sardinas con las sardinas, en una soledad tribal.

Y finalmente -no se si hubiese tenido que ser lo primero-, el cuadro "Ventana". Esta obra, que no forma parte de una serie y está casi aislada, nos sitúa geográficamente a Belén Franco en un París de chambres de bonnes. Su calle, sus miradas en muchos ratos de soledad, haciendo referencia a unos vecinos que al observarlos desde lejos parecen felices. El cuadro formado por seis elementos -como los cristales de su ventana describe un París urbano y callejero, culminado por esa figura transparente que deja paso a paso una mirada protagonista y transmisora del hecho mismo de mirar.
Recordando estos cuadros no dudo que la estancia de Belén Franco en París ha sido fructífera, pero sobre todo, veo que, durante ese tiempo, ha trabajado suficientemente para que podamos hoy, ver esta magnífica exposición.

Blanca Sánchez

Bajar el texto en PDF