Modulaciones de la Luz

Paseas por la playa en una mañana luminosa y los cuerpos esculpidos en luz nimban el aire mientras juegan y saltan como en la Arcadia. De pronto una imagen apocalíptica emerge del fondo oscuro de esta misma luz. Y como el envés negro de la hoja, que sigue siendo la misma hoja, una realidad tenebrosa se superpone. De la ciudad en llamas huyen otros cuerpos, o los mismos, hacia un tiempo indeciso, a través de un mar con colores del Greco, gris y proceloso. Y se convierte en cuadro una imagen escamoteada, la de pateras llenándose de seres indefensos, partiendo, a la deriva en la alta noche. Cuerpos que se repiten, que están a la vez del lado de la luz y del lado de la sombra. La delicada separación que el azar, monstruo de ojos ciegos, nos depara. Caer de un lado o del otro de la frontera,...

...nacer en un momento u otro de la injusta Historia. Vida incierta y destino inescrutable. En mitad de la noche, oyendo el chapoteo de las olas, acurrucado en el fondo de la patera, el viajero roza con la punta de su lengua un diente de oro que tal vez pueda al llegar –si llega- cambiar su suerte.
Pintura que habla de lo más valioso, que se pregunta con la rabia de Goya, de Dix, de Masereel y la lucidez de quien quiere estar a la altura de su tiempo: pensando lo que no se nos muestra, sintiendo con seres anónimos que acaso no lleguemos a conocer, que podríamos ser nosotros. La pintora Belén Franco, sirviéndose de un simbolismo vibrante, nos invita a abismarnos en todas estas modulaciones de la luz.
Antonio Molina Flores